Dentro del curso “Detectives de la Naturaleza”: “Descriptio urbis: naturaleza y cultura en ciudad”.
Esta pequeña y acogedora villa sorprende porque a sus valores patrimoniales arquitectónicos se suman otros naturales, en gran medida ocultos o que no resultan evidentes a primera vista. Se encuentra en un sector de Tenerife, construido por la actividad de los volcanes centrales anteriores al Teide, que se ha conservado sin deslizamientos al menos en los últimos 2,5 millones de años
El pueblo se asienta sobre una plataforma inclinada hacia el mar, al pie del risco de Mazapé, formada por los sedimentos arrastrados por los barrancos (rambla), con la particularidad de que están protegidos por una gruesa colada de lava negra vertida hace 9.000 años desde Las Cañadas y de cuyas formas se puede disfrutar a lo largo del litoral. La corriente de lava se encauzó en el barranco que atraviesa San Juan y se extendió formando un delta hasta Las Aguas. Esta superficie volcánica motivó que la ermita fundacional fuera denominada “San Juan del Malpaís” o que, en Las Aguas, una calle se llame “El Volcán”. El otro elemento natural, básico en la historia de San Juan, es “su roca”, con la que se modelaron las piezas ornamentales que embellecen muchas edificaciones tales como el antiguo cementerio o la Iglesia de San Juan Bautista. Fundamentó una industria que llegó a exportar incluso a Sudamérica. Se trata de una ignimbrita, un depósito de nube ardiente de 2,2 millones de años de antigüedad, situada en la base del risco de Mazapé, en un extremo del pueblo.